Los archivos de imágenes son conocidos como video-clubs y una excelente muestra del modus vivendi de los terrícolas. Procuré guiarme por los títulos a la hora de decidirme por algunas de las películas que abarrotaban los anaqueles. Así escogí entre ellas una de bailes folklóricos –El último tango en París- pues a fin de cuentas muchas de las raíces de estas civilizaciones están en la danza; otra para conocer su organización y concepción del tiempo –Nueve semanas y media- y una última de contenido culinario –La colina de la hamburguesa. A punto estaba de abandonar el establecimiento cuando hete aquí, que en el último y más apartado pasillo de aquel intrincado laberinto tropecé con los filmes correspondientes a la letra X. Me llamó poderosamente la atención:
- que fuera una letra tan prolífica.
- que todas estuvieran ambientadas –a juzgar por el exiguo vestuario con que aparecían los protagonistas en la portada- en pleno verano.
De esa elevada temperatura estival daban fe la mayor parte de los títulos así como el gesto de sofoco de los actores y actrices. La curiosidad, en resumen, me llevó a alquilar una docena de aquellos sorprendentes largometrajes.
Aquel maratón cinematográfico me mantuvo estupefacta durante una semana, tiempo que tardé en asimilar aquel cóctel de fotogramas. Gracias a ellos
- Comprendí la complementariedad física que se puede llegar a dar entre hombre y mujer.
- ¡Ufff!
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